Acercamiento al mito de Babel previo al comentario de la monognesis

Acercamiento al mito de Babel previo al comentario de la monognesis
Acercamiento al mito de Babel previo al comentario de la monognesis

autor.: cejuanjo

Remitido el 16-09-14 a las 12:15:44 :: 1973 lecturas


Conforme el Génesis, el mito de la Torre de Babel identifica el intento del hombre por llegar a la posición de Dios mediante la construcción de un edificio. Dios castiga la osadía humana suprimiendo el lenguaje compartido hasta ese momento por todos los humanos quienes al carecer ya de un idioma común no se entienden entre sí, caen en la confusión y el proyecto edificatorio se malogra.
Lo llamativo de la historia se encuentra en que la misma aparece con otros formatos pero con similar contenido en civilizaciones que ni estuvieron ni materialmente podían estar en contacto con los protagonistas de nuestra Historia Sagrada. Algo así como lo que ocurre con el Diluvio. ¿Qué pasa?
Por lo pronto en todas las civilizaciones en las que el mito aparece se parte de la idea de que hubo un tiempo en el que todos los hombres hablaban igual. Un tiempo que termina a consecuencia de una intervención divina. O mejor diré, trascendente.
En segundo lugar esta pérdida no se califica como un progreso o como una evolución. Se califica como un castigo. Como la retribución por un mal causado por el hombre. Por el hombre de cada una de esas civilizaciones.
En tercer lugar el mal con el que sanciona la pérdida de esa lengua común trae causa del deseo de encontrarse en la posición de Dios. ¿Realmente le preocupa a Dios que alguien quiera llegar a encontrarse en la posición en que él está?
Supongamos que Dios existe. Si existe, existe como Dios. Es decir, con todos los atributos inherentes a su naturaleza. Por ejemplo la infinitud. Si yo soy infinito a mi me la resbala que un grupo de pirados quieran construir una torre para llegar adonde estoy. Pero la cosa cambia cuando hablamos no de Dios sino de sus interlocutores.
Dios puede que exista o puede que no. Pero los interlocutores de Dios, los que hablan en su nombre, han existido. Existen. Existirán. Y estaban en el Génesis. Y estaban también en todas esas otras civilizaciones concomitantemente babelianas. Interlocutores que ni son infinitos ni gozan de las restantes prerrogativas de la naturaleza divina. Son tan miserablemente humanos como sus víctimas.
En este sentido la osadía humana que se combate no es la osadía del que intenta situarse en la posición de Dios sino la osadía del que intenta ponerse en la posición de sus interlocutores poniendo con ello en peligro la continuidad misma de esta gente.
El mito de Babel concierne a la capacidad para identificar la palabra y con ella misma al pensamiento del que trae causa. La palabra deja de ser así algo que aparece como una etiqueta de la cosa para devenir en signo convencional establecido por quien tiene capacidad – o poder – para actuar socialmente en nombre de Dios. La Iglesia. El Estado.

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